di Jorge Binaghi
Esa frase la canta en su gran escena final la rival de la protagonista, Seymour. Es una de esas que no son un modelo de originalidad ni de creatividad en los libretos tal vez, pero que le permiten a Donizetti mostrarnos ‘las telas del alma’ (probablemente de la suya sobre todo, que parecen indicarnos siempre la necesidad -y el fracaso- de la tolerancia, el respeto, la comprensión… un humanista, don Gaetano); esta vez reparé en ella particularmente por la forma en que la cantó Simeoni, una artista que cada vez valoro más.